La pregunta del titulo se responde sola, ¿o no?
Cuántas veces no habremos oído aquello de que cuando se llega al trabajo hay que ponerse el traje profesional y dejar fuera nuestra vida personal, aunque muchas veces ocurra, más por que la tarea nos absorbe que por los esfuerzos que hagamos para aislarnos de nuestro propio estado personal.
El teatro como oportunidad nos abre la puerta a olvidarnos de ésta consigna tan difícil de aplicar, como insensato de llevar a cabo, y trabajar justo en el sentido contrario: cuanto más nos conozcamos y aceptemos como personas, mejores profesionales vamos a ser.
La importancia de la persona que está educando
Si el desarrollo personal saludable es deseable para todos los perfiles profesionales, en el caso de educadores y pedagogos, resulta esencial.
Los maestros y educadores disponen de una herramienta central para realizar su trabajo: su propia persona. Mediante ésta herramienta el educador hace uso de muchas otras y trabaja por los objetivos que se plantean para con sus alumnos.
Las nuevas tendencias educativas ponen su atención en el alumno, como persona integrada en diversos sistemas en el que se desarrollan aspectos de su personalidad (entendida como un todo mental, emocional y corporal). ¿Tenemos suficientes recursos para comprender las complejidades de nuestros alumnos y las nuestras propias? ¿Cómo podemos aproximarnos más a sus realidades sin invadir su intimidad y ejerciendo el rol que nos corresponde?
El rol que desarrollamos como educador es fundamental para establecer la relación significativa en la que fundamentar nuestro trabajo pedagógico y preferimos que sea claro, coherente y auténtico.
El teatro: herramienta personal al servicio del profesional
En cualquier situación de relación, se ponen en juego multitud de factores. En el caso de la relación pedagógica éstos factores son exponenciales: cada individualidad, se desarrolla en contacto con otras individualidades, con estados de ánimo cambiantes, motivaciones, intereses y hábitos diversos… Cada contexto educativo es un universo en sí mismo.
El teatro como oportunidad pedagógica nos abre las puertas a un trabajo sobre nuestro yo en un sentido amplio, y a cómo este yo se desarrolla profesionalmente cuando estamos frente a éste universo.
Desde la perspectiva de la Gestalt, separar el yo-personal del yo-profesional resulta tan inconcebible como separar el yo-emocional, del yo-mental y el yo corporal.
Afrontar la labor pedagógica es complejo, significa poner en funcionamiento muchos aspectos de nuestra personalidad y tomar conciencia de mi mismo: cómo me siento, qué pienso, cómo actúo.
El teatro es una oportunidad para el maestro de identificar sus recursos, sus potencialidades y sus procesos creativos, así como los miedos y bloqueos a los que puede ser que se enfrenten en su tarea. ¿Qué máscara me pongo? ¿Qué efecto tiene esta máscara en mí como persona, y en el desarrollo de mi profesión? ¿Qué ocurriría si cambiara mi forma de relacionarme conmigo mismo y con los otros?
El teatro como oportunidad nos permite explorar las respuestas a éstas preguntas, con la tranquilidad que nos da el escenario, ese lugar dónde la realidad puede tomar cualquier forma y contenido, dónde el correcto y el incorrecto se substituyen por el hecho o no hecho, y dónde la verdad es un juego y el juego es verdad.
La persona frente al alumno. El maestro frente a la persona
Desarrollar nuestra capacidad de comprender lo que nos pasa nos ayudará a entender lo que le pasa al otro, entender sus necesidades desde la empatía, el sentido del humor, el permiso al ridículo o al fracaso.
Saber detectar nuestros miedos y bloqueos nos ayudará a detectar los ajenos, y ser más eficaz en nuestra comunicación y más auténticos en la relación con nuestros alumnos sin llevarlos a equívocos de rol, haciéndole espacio al disfrutar en todo el proceso de aprendizaje, el disfrutar de todos los participantes, tengan el rol que tengan.
El juego y la creatividad fueron relegados al tiempo de recreo y áreas concretas en las que éstos son apreciados, como la plástica o música. Pero el juego es un vehículo magnífico, y en ciertas etapas madurativas imprescindible, de aprendizaje. Y la creatividad es un recurso personal de inmenso valor para cualquier aspecto de la vida, que puede ser fomentado en diversas áreas.
El teatro nos ofrece la oportunidad de reconectar el juego y la creatividad más que con una área particular, con un modo de afrontar la tarea, tanto la nuestra como pedagogos como la de los alumnos, brindándole espacio a la espontaneidad, al error, a la imaginación, al reírse de uno mismo… en definitiva a la persona tras el rol, sea el que sea.