Augusto Boal, creador del Teatro del Oprimido.
En el 2002 después de más de 50 años de trayectoria Augusto Boal publicó el libro “El arco iris del deseo”, donde traza un camino del teatro experimental a la terapia. En este libro plantea una serie de técnicas que denomina: “el arco iris del deseo”, éstas técnicas tienen una finalidad terapéutica y también son aplicables a la formación de actores“pretenden ayudar a analizar los colores de nuestros deseos y voluntades[1].
[1]Boal, A. “El arco iris del deseo”. Alba Ed. 2004.
Los actores en el Teatro del Oprimido construyen sus personajes a partir de la relación con los otros, y no desde su interior o esencia. El actor no ya no se pregunta: ¿Quién soy yo? La pregunta que se hace es: ¿Qué quiero? A partir de ese deseo se indagan los aspectos que lo componen y el conflicto de voluntades que suele aparecer. Boal toma el ejemplo de Hamlet, querer o no querer ser, para ejemplificar el conflicto en términos de voluntad vs noluntad y dice que éste conflicto interno hará que el personaje esté siempre vivo, algo así como atender las distintas partes internas en su dialogo íntimo. Augusto Boal dice: “El actor, como todo ser humano, tiene sus sensaciones, sus acciones y reacciones mecanizadas… Es necesario que el actor vuelva a sentir ciertas emociones y sensaciones de las que se ha deshabituado, que amplifique su capacidad de sentir y de expresarse[1]”. Además de abordar éstos aspectos de voluntad y noluntad, el actor tiene también la tarea de ocuparse de su cuerpo para superar la mecanización o automatización de su expresión corporal, liberar las tensiones y bloqueos físicos para que pueda aparecer el correlato emocional. Para ello Boal ideó un sistema de juegos y ejercicios que aportan versatilidad al trabajo del actor y se pueden consultar en su libro: “Juego para actores y no actores”.
[1]Dubatti, J. “Historia del actor”. Ed. Colihue. 2008. Citado en el Artículo de Catalina Aresti “El actor latinoamericano según Augusto Boal”
Augusto Boal en el libro “El arco iris del deseo” plantea su propio modo de trabajo con imágenes y esculturas. En un espacio estético de trabajo grupal algunas personas disponen la escultura, mientras los espectadores observan con la intención de ser testigos que no interpretan, ni juzgan nada de lo que sucede. Su forma de trabajo libera la imaginación y quita presión, porque en principio resulta más fácil realizar una escultura que interpretar un personaje que obra en una escena. A la vez la escultura brinda la posibilidad de experimentar con otros códigos comunicativos, diferentes a los verbales.
A) Ilustrar un tema con el cuerpo de los demás
El protagonista construye una imagen utilizando el cuerpo de los demás participantes. Realiza la escultura, en lo posible, sin hablar, si lo necesita puede utilizar el lenguaje de espejo produciendo él mismo el gesto o la expresión que desea ver en los otros o modelar la escultura con sus manos como haría un escultor. Si se traduce el trabajo en palabras se disminuye la polisemia de la imagen, que es donde reside la riqueza de éste lenguaje.
B) Ilustrar un tema con el propio cuerpo
La imagen se realiza con el propio cuerpo, en forma individual. El cuerpo puede crear la imagen de cualquier cuestión antojada: una palabra, un país, una actitud, el futuro, la idea de mí mismo o de mi máscara habitual.
C) Imagen colectiva
Todo el grupo participa en la construcción de la escultura. Se puede crear la imagen del grupo, de la familia, de la sociedad, del país, de aquello que nos convoca a todos y deseamos explorar juntos.
D) Imagen dinámica
Se construye una escena corta, sin diálogo. Más tarde podemos agregar palabras, unas pocas, o bien escuchar a las propuestas de los espectadores para continuar la escena por el camino que se vaya creando.
E) La dinamización de imágenes
Una vez construidas las imágenes o esculturas, las propuestas del coordinador o del grupo, buscan movilizar y desplegar sentidos, descubrir aspectos desconocidos o que se repiten, elaborar o integrar aquello que resulta difícil o errático. Siempre en sintonía con el aquí y ahorade la experiencia.
En sus años de investigación Boal trata de inventar los medios para hacerlos logra canalizar la energía creadora y transformadora de la acción teatral hacia el campo de la terapia y llega a una conclusión muy acertada: “cuando la persona sube al escenario a mostrar su propia realidad y modificarla a su antojo, vuelve a su sitio cambiada ya que el mismo acto de trasformar es transformador. Al transformar la realidad nos transformamos a nosotros mismos”[1].Su teatro se considera un teatro pedagógico, donde se produce un aprendizaje y una transformación personal utilizando el teatro como herramienta para el cambio.
[1]Ídem
Muy interesante el trabajo que realiza Augusto Boal, me encanta la manera en la que aborda el teatro con un enfoque didáctico y lleno de posibilidades. Me estoy formando como actor y precisamente, fue uno de mis profesores quien me comentó sobre su labor.
¿De casualidad no saben dónde se puede conseguir su libro? Me encantaría conocer más sobre su visión y si tiene algún proyecto en marcha.
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