A lo largo del tiempo hemos ido identificando algunos de los miedos con los que llegan los participantes a nuestros talleres. Muchos y muchas nos comentan que el teatro con enfoque terapéutico les ha atraído siempre pero que les ha costado mucho dar el paso y muchas veces el motivo es el mismo: el pánico a perder el control frente a desconocido, a explotar emocionalmente, a desbordarse al asomarse al abismo de sus traumas. Aunque podría ser un maravilloso guión teatral, ¡no es el guión de nuestras sesiones de trabajo!
No hemos podido identificar claramente el origen de este temor: ficciones televisivas, leyendas urbanas sobre lo que es la terapia, malas experiencias personales… Pero podemos intentar explicar cuál es nuestro papel en las sesiones de trabajo y cómo lo llevamos adelante.
En ese imaginario colectivo tanto el teatro como la terapia se asocian agitar intencionadamente pensamiento y emociones, para provocar que se disparen y emerjan a la superficie elementos ocultos. Pero en el teatro como oportunidad no hacemos terapia sino que buscamos los efectos terapéuticos que el teatro como disciplina artística nos ofrece, lo que es muy distinto.
Cada persona llega con sus propias expectativas o sin ellas y cada una avanza en la dirección y con la energía que desea. En lo que se refiere a nosotras, nuestra formación en Gestalt nos suma al grupo, somos dos personas más en su camino personal y en su situación personal en el aquí y el ahora, exactamente igual que nuestros alumnos y alumnas. La experiencia de años de trabajo nos ha permitido construir una brújula con la que ofrecemos una dirección posible al grupo y a cada persona que lo conforma, pero cada cual dirige su vehículo hacia y hasta donde desea.
El proceso consciente
El objetivo de las sesiones no es la catarsis por la catarsis, sino el de facilitar un proceso consciente de descubrimiento de aquello que nosotros, y solo nosotros, sentimos como un impedimento para nuestro bienestar personal o para desarrollar el oficio de actor con la libertad que deseamos. Planteamos un itinerario, distinto para cada sesión y para cada formación, que se modifica a sí mismo mientras avanzamos, adaptándose a las necesidades no previstas, que cada persona plantea en el momento de ponerse a trabajar y que se evidencian en contacto con uno mismo y con el grupo. No existe una meta final, avanzamos en una dirección y tomamos consciencia de lo que nos vamos encontrando de nosotros mismos durante el recorrido.
Pero uno de los objetivos principales de nuestro planteamiento es disfrutar. El teatro es un juego que se convierte en verdad cuando más inmersos nos encontramos en él. Y es cuando conseguimos sumirnos en el personaje y en la escena cuando lo pasamos bien, por que actuar nos hace sentir libres y ligeros ¡es solo un juego! No existe correcto o incorrecto, bien o mal hecho, existen solamente el observar, el comprender y el actuar, en un espacio donde todo es posible y donde nuestra versión más creativa y atrevida, puede al fin mostrarse en la medida que tú lo desees.
Por que al final nada de lo que ha ocurrido es real, pero ha ocurrido, como en los sueños. Y es muy bonito observar que los alumnos que llegan con esos miedos a que se generen situaciones que les van a causar algún dolor, se marchan sorprendidos de sí mismos, orgullosos, tranquilos y contentos por lo que ellos mismos se han dado permiso para dar y recibir.